El cielo, una ventana al universo que poco a poco vamos perdiendo por la contaminación lumínica. Cada vez hay más luminarias iluminando ineficazmente las calles alterando el medioambiente y, consecuentemente, aumentando la temperatura que hace acelerar el cambio climático, entre otros factores.
¿Y qué tiene que ver la luz con todo eso? Mucho. La luz, quieras o no, da calor y si sumamos las miles y miles de iluminarias que hay en el mundo, ese calor hace que se desprenda a la atmósfera elevando la temperatura del planeta, un efecto que no notamos de un día a otro, pero si empezamos a notar sus consecuencias conforme pasa el tiempo junto con otros factores.
No solo es eso, las moléculas que componen nuestra atmósfera y los aerosoles que expulsamos hace aumentar el nivel del resplandor de la luz y eso tiene sus consecuencias negativas a la hora de observar con telescopio, ya que perdemos profundidad del cielo y perdemos objetos.

Como vemos en la fotografía, el resplandor de las ciudades en la atmósfera, no permite observar ningún objeto celeste, ni siquiera las estrellas más brillantes. Un legado que nos dejaron nuestros ancestros, está siendo tirado a la ‘basura’ por culpa del ser humano y la mala gestión ambiental que políticos y no políticos, no saben, y tampoco quieren saber cuidar.
El 14 de Noviembre de 2008, se firmó el Real Decreto 1890/2008, en el que se aprueba el Reglamento de eficiencia energética en instalaciones de alumbrado exterior en su Instrucción Técnica complementaria ITC-EA-02 Punto 9, donde se indica que debe establecerse un horario de iluminación reducida para: alumbrado vial, alumbrado específico, alumbrado ornamental, alumbrado de señales y anuncios luminosos. Esta ley está vigente desde entonces y sólo han sido usadas para proteger el cielo donde existen observatorios astronómicos. Ningún gobierno y ningún ayuntamiento ha hecho caso a esta ley, salvo algunas comunidades como Castilla La Mancha y León, cuyos comercios apagan sus luces un par de horas después de su cierre y por orden ornamental de sus ayuntamientos, hacen apagar las pantallas publicitarias a partir de las 23h.
Con esta ley regulamos el tipo de iluminación, de intensidad y dirección de nuestro alumbrado acondicionándola a la noche, cuidamos del medioambiente regulando la fauna y los ecosistemas nocturnos. La noche es necesaria, no tenemos que sobre iluminarla quitándole horas con nuestras malas luminarias. Nuestro reloj interno, el ciclo circadiano, necesita regular nuestra vida y dar descanso al cuerpo y si no se lo damos, enfermamos.

Astronómicamente hablando, la adaptación de los comercios a esta ley, redujo la contaminación lumínica y ha permitido tener buenos cielos para observar estrellas y crear parques y reservas Starlight para fomentar el astroturismo, una nueva forma de hacer turismo nocturno. Se gana profundidad de campo y eso hace que podamos ver objetos débiles, no tanto como nos gustaría ver, pero algo hemos ganado. Si la ley se mandara cumplir en toda la nación, tendríamos unos cielos más oscuros para la observación del cielo, su estudio y la divulgación de la astronomía; además de mejorar el medio ambiente y no empeorar el clima terrestre.
La contaminación lumínica es la más fácil de combatir de todas las existentes, sólo hay que tener voluntad para ello y no tener miedo. Puedes ver cómo hacerlo PINCHANDO AQUÍ.
